¡Buenos días héroes y heroínas! Después de dos semanas sin escribir, vuelvo a la carga llena de ideas, reflexiones, sueños, metas, experiencias, motivación, ... Pero iré dosificando todo eso en cada uno de los posts.
Recientemente me he percatado de algo tan simple y cotidiano que nunca me había detenido a pensar. Quizás a vosotros también os pase.
El ser humano está constantemente en lucha consigo mismo. A diario se muestran a nosotros tantas posibilidades de crecer como persona que somos incapaces de verlas. Son trenes vacíos que pasan de largo sin enterarnos. Pueden ser personas interesantes, oportunidades de aprender de los demás, experiencias,… Estamos más preocupados por tratar de resolver todos esos pequeños y grandes problemas de nuestro entorno más próximo, que nos ahogamos en la amargura del momento, el estrés, la ansiedad y la negatividad. Se vuelve un círculo vicioso del que es difícil salir… Pero como todo en esta vida, nada es IMPOSIBLE.
Pero… ¿Acaso no todos los seres humanos de la tierra sin excepción alguna no tienen dificultades y/o problemas? La diferencia entre todos ellos es cómo canalizamos cada uno ese tipo de situaciones (lo cual va en relación a la persona y sus experiencias). Pero si algo nos hace iguales es esa capacidad de creer, incluso cuando conscientemente no lo creemos, que tenemos fuerza para continuar.
Me refiero a esos momentos en los que uno se encuentra al final del camino pensando aquello de: “No tengo fuerzas. No puedo”. Y lo peor de todo es que acabamos creyéndonos eso, cuando nuestros actos, pensamientos y sentimientos dicen justo lo contrario.
Estas semanas he podido ver de primera mano que el ser humano posee un elemento básico e innato: la esperanza.
A veces, nos sentimos perdidos y hundidos pero lo que está claro es que siempre hay un mínimo de esperanza. Por muy malas que sean las situaciones y cuando creas que tocas el fondo, te darás cuenta de que solo te hace falta mirar hacia abajo para ver que bajo tus pies está el suelo, la esperanza, y si te impulsas, … puedes salir a flote.
P.D.: “Me gusta la gente capaz de entender que el mayor error del ser humano es intentar sacarse de la cabeza aquello que no sale del corazón” (Mario Benedetti).
Recientemente me he percatado de algo tan simple y cotidiano que nunca me había detenido a pensar. Quizás a vosotros también os pase.
El ser humano está constantemente en lucha consigo mismo. A diario se muestran a nosotros tantas posibilidades de crecer como persona que somos incapaces de verlas. Son trenes vacíos que pasan de largo sin enterarnos. Pueden ser personas interesantes, oportunidades de aprender de los demás, experiencias,… Estamos más preocupados por tratar de resolver todos esos pequeños y grandes problemas de nuestro entorno más próximo, que nos ahogamos en la amargura del momento, el estrés, la ansiedad y la negatividad. Se vuelve un círculo vicioso del que es difícil salir… Pero como todo en esta vida, nada es IMPOSIBLE.
Pero… ¿Acaso no todos los seres humanos de la tierra sin excepción alguna no tienen dificultades y/o problemas? La diferencia entre todos ellos es cómo canalizamos cada uno ese tipo de situaciones (lo cual va en relación a la persona y sus experiencias). Pero si algo nos hace iguales es esa capacidad de creer, incluso cuando conscientemente no lo creemos, que tenemos fuerza para continuar.
Me refiero a esos momentos en los que uno se encuentra al final del camino pensando aquello de: “No tengo fuerzas. No puedo”. Y lo peor de todo es que acabamos creyéndonos eso, cuando nuestros actos, pensamientos y sentimientos dicen justo lo contrario.
Estas semanas he podido ver de primera mano que el ser humano posee un elemento básico e innato: la esperanza.
A veces, nos sentimos perdidos y hundidos pero lo que está claro es que siempre hay un mínimo de esperanza. Por muy malas que sean las situaciones y cuando creas que tocas el fondo, te darás cuenta de que solo te hace falta mirar hacia abajo para ver que bajo tus pies está el suelo, la esperanza, y si te impulsas, … puedes salir a flote.
P.D.: “Me gusta la gente capaz de entender que el mayor error del ser humano es intentar sacarse de la cabeza aquello que no sale del corazón” (Mario Benedetti).