Día 6 de enero, una parada de taxis en pleno casco urbano. Dos amigos esperando a que llegue su turno para volver a casa y dejar todos esos regalos.
-Cuánto tarda el taxi, ¿no?- Pregunta Roberto a su amigo Jaime, mientras este no le presta la menor atención.- ¿Me estás escuchando?
-Perdona, ¿decías algo? Es que estoy muy preocupado y estaba perdido en mis pensamientos.
-¿Te encuentras bien Jaime? Llevas toda la tarde ausente.
-Verás, desde hace un tiempo me siento mal, no me gusto físicamente ni personalmente, considero que no hago nada con mi vida y que soy un obstáculo para mi familia.
-¡Pero qué dices tío! Toda tu familia y amigos te quieren una pasada, no digas tonterías, estarás pasando una mala racha, solo eso.
En ese momento, una mujer, de unos 40 años que está esperando un taxi, al igual que los dos chicos, escucha toda la conversación y no duda en hablar.
-Lo que te pasa chico, si me permites, es que tienes déficit de atención y eso te está llevando a infravalorarte y poco a poco a caer en una depresión.
-¿Perdona?- Le pregunta Jaime incrédulo ante las palabras de la mujer.
-Sí, hazme caso, sé de lo que hablo, lo vi en Internet y tienes todos los síntomas.
Muy buenas héroes y heroínas, vaya intrusa la señora, ¿no? Pues sobre ello hablaremos hoy, del intrusismo, un problema que vivimos a diario y que puede ser muy perjudicial.
La definición de intrusismo según la RAE es: “Ejercicio de actividades profesionales por persona no autorizada para ello. Puede constituir delito”.
Pero claro, esta definición entendemos que se queda corta y muy sesgada al, como se dice, ámbito profesional, ya que todos y todas, seamos o no profesionales, hemos vivido y sufrido esta acción, es más, probablemente alguna vez en nuestra vida hemos sido los culpables, es normal, es una costumbre a la orden del día.
Imaginaros ahora una persona, muy aprensiva hacia las enfermedades y que lleva varios días con dolor de estómago, puede ser simplemente gases, estreñimiento, agujetas y demás, pero bajo la preocupación y desesperación decide acceder a Internet y buscar qué le pasa, ¿os suena familiar esta acción?
Esa persona probablemente cerrara el navegador más asustada que como empezó y es que todos y todas sabemos las sorpresas que podemos encontrarnos, ¿dónde reside el problema? En muchas ocasiones vendrá dado porque quienes nos den la información no son médicos o son personas como tú y como yo, que han tenido experiencias familiares y te dirán lo que ellos y ellas creen. Un ejemplo de intrusismo “banal” que no repercutirá más allá del miedo que tengas.
Pero ocurre en muchísimos más ámbitos: en investigaciones y debates, donde personas de cuestionables saberes en las materias que se tratan opinan y opinan sin una base sólida de lo que dicen; en libros que nos hablan de maravillosas dietas milagrosas sobre bases irreales y falsas y demás ejemplos.
¿Qué queremos haceros ver con esto? Que seamos un poco pícaros y pícaras, que si alguien nos dice algo y no nos transmite la seguridad que debe, busquemos segundas opiniones, investiguemos, en definitiva, nos informemos.
Es un problema de esta sociedad altamente conectada donde muchos y muchas hablan sin pensar ni medir sus palabras, teniendo repercusiones importantes
-Cuánto tarda el taxi, ¿no?- Pregunta Roberto a su amigo Jaime, mientras este no le presta la menor atención.- ¿Me estás escuchando?
-Perdona, ¿decías algo? Es que estoy muy preocupado y estaba perdido en mis pensamientos.
-¿Te encuentras bien Jaime? Llevas toda la tarde ausente.
-Verás, desde hace un tiempo me siento mal, no me gusto físicamente ni personalmente, considero que no hago nada con mi vida y que soy un obstáculo para mi familia.
-¡Pero qué dices tío! Toda tu familia y amigos te quieren una pasada, no digas tonterías, estarás pasando una mala racha, solo eso.
En ese momento, una mujer, de unos 40 años que está esperando un taxi, al igual que los dos chicos, escucha toda la conversación y no duda en hablar.
-Lo que te pasa chico, si me permites, es que tienes déficit de atención y eso te está llevando a infravalorarte y poco a poco a caer en una depresión.
-¿Perdona?- Le pregunta Jaime incrédulo ante las palabras de la mujer.
-Sí, hazme caso, sé de lo que hablo, lo vi en Internet y tienes todos los síntomas.
Muy buenas héroes y heroínas, vaya intrusa la señora, ¿no? Pues sobre ello hablaremos hoy, del intrusismo, un problema que vivimos a diario y que puede ser muy perjudicial.
La definición de intrusismo según la RAE es: “Ejercicio de actividades profesionales por persona no autorizada para ello. Puede constituir delito”.
Pero claro, esta definición entendemos que se queda corta y muy sesgada al, como se dice, ámbito profesional, ya que todos y todas, seamos o no profesionales, hemos vivido y sufrido esta acción, es más, probablemente alguna vez en nuestra vida hemos sido los culpables, es normal, es una costumbre a la orden del día.
Imaginaros ahora una persona, muy aprensiva hacia las enfermedades y que lleva varios días con dolor de estómago, puede ser simplemente gases, estreñimiento, agujetas y demás, pero bajo la preocupación y desesperación decide acceder a Internet y buscar qué le pasa, ¿os suena familiar esta acción?
Esa persona probablemente cerrara el navegador más asustada que como empezó y es que todos y todas sabemos las sorpresas que podemos encontrarnos, ¿dónde reside el problema? En muchas ocasiones vendrá dado porque quienes nos den la información no son médicos o son personas como tú y como yo, que han tenido experiencias familiares y te dirán lo que ellos y ellas creen. Un ejemplo de intrusismo “banal” que no repercutirá más allá del miedo que tengas.
Pero ocurre en muchísimos más ámbitos: en investigaciones y debates, donde personas de cuestionables saberes en las materias que se tratan opinan y opinan sin una base sólida de lo que dicen; en libros que nos hablan de maravillosas dietas milagrosas sobre bases irreales y falsas y demás ejemplos.
¿Qué queremos haceros ver con esto? Que seamos un poco pícaros y pícaras, que si alguien nos dice algo y no nos transmite la seguridad que debe, busquemos segundas opiniones, investiguemos, en definitiva, nos informemos.
Es un problema de esta sociedad altamente conectada donde muchos y muchas hablan sin pensar ni medir sus palabras, teniendo repercusiones importantes