Alexia estaba sentada en la cocina, terminando su almuerzo. Un gran plato de escalope de ternera y una ensalada. Preguntándose en cómo puede haber gente que no coma carne, eso de...ser vegetariano.
Alexia está cansada de mitos. No cree en nada paranormal, ni en los buenos como Dios, ni en lo malo como la ouija. Ni tampoco en qué hará de aquí a cinco años.
Sabe lo que es el amor, pero no en el romanticismo hollywoodense. En ocasiones se atormenta de que debe agarrarse algo a lo que creer firmemente que tire de ella cuando no tenga fuerza. Pero o su vida ha sido realmente cómoda o de lo contrario, su fuerza terrenal no tiene fecha de caducidad. Le gusta más vivir arriesgando y con la fuerza de los metales, esa misma, de recuperar su forma tras una deformación. Así es ella. A veces se derrumba pero se recompone de la misma manera.
Cree que su entorno está cegado en mentiras. Cada vez consumiendo más libros de autoayuda, antidepresivos y asistiendo a coach que te hacen ver lo que vales. ¡Como si uno mismo no se conociera! ¡Ni que la vida fuera el reality show de la voz!
Alexia está harta de cuentos chinos. De felicidad y psicología barata. Cree que son un puro marketing. Hay que limpiar esas mentiras, que se caen por su propio peso y nos están dejando callos. Hay que limpiar por dentro. Nos venden que tenemos que tener la cama bien hecha, la habitación ordenada, pero la vida ¡bah la vida puede estar llena de polvo y desordenada que no pasa nada!